Dragatitlán II

En la flauta mágica, un trío de mujeres acude al rescate de Tamino, joven que deberá iniciarse y rescatar a Tamina, de quien le muestran un retrato. Como en cualquier obra realista, Tamino en el acto se enamora de Tamina. Pero, sucede que la hija de reina de la noche, Tamina, está raptada y Tamino tendrá que liberarla y  ganársela. Esa ruta, poblada de dragones y peligros, describe la factura del héroe.

Esas tres dragas salieron al escenario a mostrar el tamaño de las hazañas que una draga se impone en la vida. No son en nada diferentes de las hazañas de Tamino y Tamina. Buscan la fama y el marido; forjar una carrera y formar un hogar.
¡Ay! qué convencionales, dirán tirios y troyanos.

¿qué carrera hay para la draga en Heterolandia?: ¡NINGUNA!
¿qué marido hay para la draga en Heterolandia: ¡NINGUNO!

jajajaja

y que carrera hay para un gay, para una lesbiana, para una travesti, para un maricón; NINGUNA…

Somos nosotros, diferentes, quienes creamos caminos diferentes; quienes debemos inventarnos una senda. Somos nosotros quienes inventamos una profesión; somos nosotros los que imaginamos y realizamos una vida en pareja en una comunidad de amigos. Somos nosotros uno de los grupos mas productivos y creativos en una sociedad enferma de conservadurismo, esclerótica de dogmas y corrupción, herida por los males de odio.

De los peligros que corre una draga, ni preguntemos porque pasan por todos los escollos que la desalmada Heterolandia, tierra de desigualdad y supremachismo, puede imaginar. No hay espacio para la draga; no hay ley para la draga, no hay derecho para la draga. Y los que apenas se empiezan a legislar, habría, según ellos, que revertirlos, que anularlos: son una amenaza para el planeta y para el orden universal de la inflamada megalomania religiosa. Ayatolas baratos y grotescos.

Amordazada, arrumbada en los calabozos de la cavernícola Heterolandia, la Draga ha de salir y salir triunfante, maquillada y glamorotsa. Más fuerte es la persecución contra la draga; mayor es su provocación, mayores sus aspavientos, más tupidas sus pelucas, más altos sus tacones y largas sus pestañas.
La Draga tiene la respuesta más fuerte y determinada. Ella ciertamente vive entre lentejuelas y glitter, pero su fortaleza va más allá de cualquier ataque con el ácido de la injuria y la marginación.

Dragatitlán es un espacio simbólico que acoge a las dragas.

Ayer, 17 de junio de 2017, salió a la luz. Su descubrimiento es más importante que la Atlántida. Su aparición más trascendente que Pompeya o que las mismas ruinas del destruido imperio mexica. Nació entre cantos y danzas, con un ballet aéreo y entre el vuelo de faldas y gazas. Salió a la luz al ritmo de Madonna y Lady Gaga; de Juanga y Abba. Y las dragas salieron por decenas!!!!! Vivitas y coleando. COLEANDO.

¿Cuantas compañías confluyeron en el Teatro de la Ciudad para crear cuadros tan coloridos, ricos, glamorosos, fantasiosos como solo las locuras de una draga puede imaginar? Dragatitlán es un ejemplo de colaboración, de articulación, de generosidad y compromiso contundente dio la comunidad draga en el espacio del escenario del Teatro de la Ciudad. Un ejemplo raro en una comunidad sangrada por egos y descalificaciones.

Quizá el ballet aéreo fue lo más impactante, en el sentido de que ellos no tienen más que un color de la Bandera del arcoíris para sostenerse, para realizar sus acrobacias, para bailar. Son como todos nosotros que solo tenemos esa bandera que representan los ideales igualitarios de una nueva sociedad que ha de renacer de esta Heterolandia que da cada vez más signos de podredumbre, agotamiento y fetidez. Bailar con la bandera, deslizarse por sus colores, crear más espacios, desafiando el vacío, eso es quizá el reto de nuestro momento.

Por ello las palabras de Astrid Haddad resonaron: ¿por qué hay que perseguir a los creadores, a quienes se divierten a quienes con un espíritu lúdico; a quienes sueñan con espacios de fraternidad?  Hay que pronunciarse contra un gobierno cada vez más inepto, cada vez más depredador, cada vez más alejado de la gente. Pero sobre todo contra las inercias políticas, dentro y fuera de la comunidad.

Si las generaciones del pasado salieron a las calles, ahora es el momento de salir a los escenarios; de plantarse en los teatros más importantes de la ciudad, de demostrar que es posible imaginar con una narrativa sencilla, espacios de libertad.

Desde mi punto de vista, Dragatitlán es un parteaguas: no queremos representantes: queremos creadores.

Ah! y queremos boda en Dragatitlán para el 2018.

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